viernes, 9 de enero de 2015

GRAN FUGA DE SANATANA GOSWAMI


En el siglo XVI, Sanatana Gosvami se retiró de su puesto de ministro en el gobierno musulmán de Bengala y decidió dedicar su vida a la misión de Sri Caitanya Mahaprabhu. Furioso con su decisión, el Nawab, o gobernador, encarceló a Sanatana. Veamos cómo Sanatana conoció al Señor Caitanya en Varanasi (Uttar Pradesh) y le contó su fuga de la cárcel y su jornada por Bengala.

Sanatana Gosvami entró en la ciudad de Varanasi a comienzos de la primavera de 1514. Después de viajar por los bosques y carreteras abandonadas de Bengala y Bihar, sus ropas estaban raídas y viejas. Su pelo largo, su barba y su bigote presentaban una apariencia desaliñada y polvorienta, y llevaba un cuenco para pedir limosnas en la mano. Al enterarse que el Señor Caitanya Mahaprabhu había llegado en barco a Allahabad, se dirigió contento hacia la casa de Candrashekhara, donde se hospedaba el Señor, y se sentó en la puerta de entrada.
Sri Caitanya Mahaprabhu supo que Sanatana estaba fuera de la casa.
“Candrashekhara”, dijo, “hay un Vaisnava, un devoto Hare Krishna, en la puerta de tu casa. Por favor, invítalo a pasar”.
Candrashekhara salió y al no ver ningún Vaisnava, volvió a entrar.
“¿Pero hay alguien fuera?”, le preguntó el Señor.
“Sólo un mendigo musulmán”, respondió Candrashekhara.
“Por favor, tráelo aquí”.
Candrashekhara regresó a la entrada de la casa y le dijo a Sanatana:
“Querido mendigo musulmán, por favor, entra en mi casa. El Señor te está llamando”.
Satisfecho con la invitación, Sanatana entró en la casa. El Señor Caitanya se levantó en seguida para abrazarlo, darle la bienvenida y ofrecerle un asiento a Su lado. El Señor Caitanya es la Suprema Personalidad de Dios desempeñando el papel de Su propio devoto. En ambas posiciones, como Señor y como devoto, estaba ávido por recibir a Su visitante Vaisnava. A pesar de las protestas de Sanatana, el Señor glorificó la influencia santa de Sanatana, considerándola superior incluso que los lugares sagrados como Varanasi. El señor citó un verso delSrimad-Bhagavatam (1.13.10): “Devotos como tu buena persona son en verdad lugares sagrados personificados. Como tú llevas a la Personalidad de Dios en el corazón, conviertes todos los sitios en lugares de peregrinaje”.
Unas semanas atrás, Sri Caitanya Mahaprabhu se había reunido con el hermano de Sanatana, Rupa Gosvami, en Allahabad. El Señor había instruido a Rupa sobre la evolución del alma, comenzando por las especies materiales de vida en este universo y su evolución después de volver al cielo espiritual. Durante los dos próximos meses en Varanasi, el Señor desarrollaría este y otros temas en Sus enseñanzas a Sanatana Gosvami. Describiría cómo el Señor Supremo se expande para presidir individualmente los innúmeros planetas espirituales, y para crear y gobernar los universos materiales. Con la misma precisión con la que se puede describir los continentes y las naciones de esta tierra, el Señor informaría a Sanatana sobre la localización y la dimensión de los planetas espirituales y sobre las actividades e identidades de sus habitantes. Y con la misma claridad y detalles de los mapas de carreteras y guías de viajes actuales, le indicaría el camino directo desde el cosmos material temporal y oscuro hasta los destinos espirituales auto-refulgentes y libres de nacimientos y muertes.
A pesar del carácter revolucionario y excelso de esos tópicos trascendentales, el Señor Caitanya Mahaprabhu estaba curioso por conocer los viajes y aventuras recientes de Sanatana.
“¿Cómo huiste de la cárcel?”, preguntó ansiosamente el Señor. Y Sanatana, con mucha satisfacción, contó su historia de principio a fin.
El carcelero afortunado
Sanatana contó que, mientras estaba esposado con cadenas de hierro en la prisión de Chika Mosjud, cerca de Ramakeli (Bengala), recibió una carta de Rupa, su hermano más pequeño.
“Mi querido Sanatana”, escribió Rupa Gosvami, “he dejado diez mil monedas de oro con un comerciante local. Usa ese dinero para salir de la cárcel y ven a reunirte con el Señor Sri Caitanya Mahaprabhu en Mathura y en Vrindavana”.
Para alentar todavía más a Sanatana, Rupa envió un bello y misterioso verso en sánscrito junto a la carta:
yadu-pateh kva gata mathura-puri
raghu-pateh kva gatottara- koshala
iti vicintya kurusva manah sthiram
na sad idam jagad ity avadharaya
“¿Dónde ha ido la Mathura-puri de Yadupati? ¿Dónde ha ido la Kosala del Norte de Raghupati? Reflexiona, y haz que tu mente se vuelva estable pensando: ‘Este universo no es eterno’”. Yadupati es un nombre del Señor Krishna, y Raghupati es un nombre del Señor Ramacandra. En un pasado lejano, Ellos aparecieron en esta tierra y actuaron como seres humanos, exhibiendo Sus eternos pasatiempos en la ciudad de Mathura y en la provincia de Koshala, respectivamente. Y ahora aparecieron nuevamente como el Señor Caitanya Mahaprabhu para liberar a los prisioneros de esta vida material en este universo temporal; y el Señor Caitanya ya estaba rumbo a Mathura, acompañado por Rupa Gosvami.
Extasiado con la carta, Sanatana se dirigió al carcelero musulmán, un antiguo conocido de su época en el gobierno, un hombre sencillo con poca educación o instrucción espiritual. Recurriendo a sus antiguas habilidades diplomáticas de la época como primer ministro del Nawab, Sanatana comenzó a bendecir al humilde guardia y a satisfacerlo de esta forma.
“Querido señor”, comenzó Sanatana, “eres una persona muy afortunada, un santo en vida y un erudito versado en el conocimiento del Corán y libros similares. Seguro que sabes que, según los principios de tu religión, si liberas a un prisionero recibirás la bendición del Señor Supremo”.
Conmovido por las agradables palabras de su colega de gobierno, el carcelero no pudo negar que él era un erudito y un santo. Continuó escuchando con mucha atención a Sanatana, que enfatizaba la larga amistad entre ellos y le pedía que lo liberara como un favor personal.
“Anteriormente, yo hice mucho por ti”, dijo Sanatana. “Ahora me encuentro en una situación difícil. Por favor, libérame y haz que la felicidad vuelva a mi vida”.
Sanatana le ofreció cinco mil monedas de oro, explicando al carcelero que al aceptar el oro y liberar a un prisionero inocente, acumularía muchas actividades piadosas y riquezas materiales. Obtendría lo mejor de los dos mundos.
“Querido señor, por favor, escúchame”, dijo el carcelero con ansiedad. “Me gustaría mucho dejarte ir, tú hiciste mucho por mí cuando trabajábamos juntos en el gobierno. Pero me preocupa lo que haga el Nawab cuando sepa que estás libre. Tendré que darle explicaciones. ¿Qué le diré?”.
Sanatana tenía una historia preparada.
“No te preocupes”, le aseguró a su amigo. “El Nawab ha partido hacia el sur para conquistar Orissa. Cuando vuelva, dile que Sanatana estaba haciendo sus necesidades cerca de la orilla del Ganges y que cuando vio el río, saltó inmediatamente dentro. Dile que me buscaste durante mucho tiempo, pero que no me pudiste encontrar, que salté con las esposas al agua y me ahogué, arrastrado por la corriente”.
“Y no te preocupes”, añadió Sanatana. “Nadie me encontrará. Me volveré un mendigo y me iré a la ciudad sagrada de la Meca”.
El carcelero tenía una excusa para el Nawab, una excusa religiosa para su propia conciencia, y la promesa de cinco mil monedas de oro. Todavía estaba indeciso y ansioso, pero Sanatana aumentó su oferta a siete mil monedas de oro y las sacó lentamente de la bolsa delante del guardia. Cuando el carcelero vio el oro reluciente ante sus ojos, decidió aceptarlo. Aquella noche, rompió las cadenas que ataban a Sanatana y lo dejó escapar por el Ganges.
Un viaje peligroso
Aunque todavía le quedaban tres mil monedas de oro y tenía cientos de kilómetros por delante hasta Mathura y Vrindavana, Sanatana dejó atrás el oro y se fue caminando, aceptando la posición de un mendigo. El dinero le compró la libertad para servir al Señor Caitanya, pero no estaba interesado en gastar el resto en un viaje confortable. Como era un prisionero fugitivo, y también un hombre famoso, Sanatana tenía que evitar ser descubierto. Usando carreteras abandonadas y senderos, se mantuvo alejado del camino oficial, conocido como “el camino de las murallas”, que el Nawab había construido para fortificar la ciudad.
Un siervo llamado Ishana acompañó a Sanatana y a pesar de las precauciones evidentes de su maestro, Ishana cargaba ocho monedas escondidas. Cruzaron lo que hoy se conoce como la provincia de Bihar y llegaron a una región montañosa conocida como Patada. Allí se quedaron en un hotel y gracias a un vidente, el dueño del lugar supo que los nuevos huéspedes traían ocho monedas de oro, así que planeó robarles y matarles. Él se mostró muy respetuoso y preocupado con las necesidades de sus huéspedes, ofreciéndoles comida para que cocinaran y prometiéndoles un paseo por las montañas.
Sanatana fue al río a bañarse, y puesto que hacía dos días que no se alimentaba, cocinó y se comió la comida. Pero algo le hacía sospechar. Como ministro del Nawab, conoció a muchos diplomáticos y manipuladores. El dueño de aquel hotel, un completo extraño, les estaba tratando de manera muy especial a pesar de que ellos fueran mendigos.
“Ishana”, preguntó Sanatana, “creo que tienes algo valioso contigo”.
“Sí, tengo siete monedas de oro”, confesó Ishana, sin mostrar totalmente su riqueza.
Sanatana se irritó y comenzó a regañar a su siervo.
“¿Por qué andas con esos mensajeros de la muerte?”.
Sanatana cogió las siete monedas y se las llevó al dueño del hotel.
“Por favor, quédese con estas monedas”, le pidió Sanatana, “y ayúdenos a cruzar las montañas. Soy un fugitivo político y no puedo viajar por las murallas. Sería muy piadoso de su parte que aceptara este dinero y me llevara por las montañas”.
La combinación del oro con los sentimientos religiosos fue efectiva una vez más. El dueño del hotel confesó saber que Ishana tenía ocho monedas en su bolso y que había planeado matarlos a ambos.
Sintiéndose avergonzado, no quiso aceptar las monedas y a modo de disculpas, se ofreció a guiarlo a través de las montañas sin cobrarle nada.
“No”, respondió Sanatana. “Si no aceptas estas monedas, otra persona me querrá matar. Es mejor que me salves de este peligro”.
Firmaron un acuerdo y el dueño del hotel contrató cuatro guardias que escoltaron a Sanatana e Ishana durante toda la noche mientras cruzaban las montañas a través de un camino del bosque. Sanatana ordenó a Ishana que volviera a su casa con la moneda que le quedaba, y continuó viajando vestido con ropas harapientas, cargando un cuenco para pedir limosnas y dejando atrás las preocupaciones que le acompañaban a cada paso.
El encuentro con Srikanta
Después de caminar durante mucho tiempo, una noche Sanatana llegó a una pequeña ciudad llamada Hajipura y se sentó en una plaza llena de flores. Casualmente, un caballero llamado Srikanta, esposo de la hermana de Sanatana, estaba en Hajipura sirviendo al gobierno. El Nawab le había dado 300.000 monedas de oro para comprar caballos. Mientras Srikanta realizaba sus negocios, sentado en un asiento elevado, vio a Sanatana, y aquella noche fue a visitarlo. Los dos viejos amigos conversaron durante toda la noche, y Srikanta escuchó todo acerca de su huida de la prisión. Al ver a Sanatana, el antiguo primer ministro, en aquella situación de pobreza, Srikanta se afligió y quiso ayudarlo. Poseía una gran fortuna de oro, así que podía ayudar al hermano de su esposa a comenzar una nueva vida.
“¿Por qué no te quedas unos días aquí conmigo?”, sugirió Srikanta a Sanatana. “Puedes librarte de esa ropa sucia y vestirte nuevamente como un caballero”. Mientras viajaba para reunirse con el Señor Chaitanya, Sanatana había superado un ambicioso carcelero y un dueño de hotel asesino, y también había evitado a los soldados y agentes del Nawab. Ahora se presentaba un desafío más formidable: un amigo querido y pariente próximo ofreciéndole dinero. Sanatana le dio las gracias y rechazó la oferta.
“No puedo quedarme más aquí”, dijo Sanatana. “Por favor, ayúdame a cruzar el Ganges para que pueda irme”.
Srikanta insistió en que al menos se llevara un manto de lana y le ayudó a atravesar el Ganges. Mirándolo con sincero cariño, vio a Sanatana alejándose.
Limpio como un Vaisnava
Sanatana se había separado de Srikanta en Hajipura unos días atrás. Ahora estaba sentado al lado del Señor Sri Caitanya Mahaprabhu en la casa de Candrashekhara, en Varanasi, y sentía una felicidad ilimitada. Después de oír las aventuras de Sanatana, el Señor Caitanya le contó Su encuentro reciente con el hermano de Sanatana en Allahabad. Entonces, le pidió a Sanatana que se bañara y se afeitara antes de tomar prasadam, y le pidió a Candrashekhara que le consiguiera ropa nueva.
Teniendo en cuenta las circunstancias de su viaje, la apariencia desaliñada de Sanatana era comprensible, pero el Señor Caitanya quería que Sus seguidores se vistieran como caballeros. Su Divina Gracia A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada escribió a comienzos de los años 70: “Debido a su pelo largo, el bigote y la barba, Sanatana Gosvami parecía un hippie. Como a Sri Caitanya Mahaprabhu no le gustó la apariencia hippie de Sanatana Gosvami, le pidió a Candrashekhara que lo afeitara y lo dejara con buena apariencia. Si una persona con el pelo largo y barba quiere unirse al movimiento de la conciencia de Krishna y vivir con nosotros, debe limpiarse de forma similar”.
Aunque Candrashekhara le ofreció ropa nueva, Sanatana le pidió un dhoti usado, y a partir de ese dhoti hizo dos más, rasgando la tela. Un brahmana maharastriyam, que más tarde organizaría el encuentro entre el Señor Caitanya y los sannyasis de Varanasi, invitó a Sanatana a comer. Sanatana declinó la oferta cortésmente, y en su lugar prefirió mendigar humildemente un poco de comida, yendo de puerta en puerta. La renuncia de Sanatana fue algo extraordinario y no se puede imitar como una regla. Él estaba determinado a abandonar toda la opulencia material. Incluso se deshizo del manto de lana nuevo. Sanatana fue hasta la orilla del Ganges y convenció a un mendigo bengalí para que intercambiar su manto raído de mendigo por el manto nuevo de Sanatana.
Al ver todos esos cambios en Sanatana, el Señor Chaitanya se sintió ilimitadamente feliz y le dijo a Sanatana Gosvami: “Muy misericordiosamente, el Señor Krishna anuló todo tu apego por las cosas materiales. Incluso te permitió deshacerte de aquel valioso manto, tu último fragmento de apego material. Después que un buen médico te cura una enfermedad, no queda ningún rastro de ella”.
En los días sucesivos, el Señor Sri Caitanya Mahaprabhu, sintiéndose satisfecho con Sanatana Gosvami, comenzó a hablarle acerca de la verdadera identidad, cualidades trascendentales y actividades eternas del Señor Sri Krishna. Sanatana Goswami, libre de su último rastro de apego material, estaba completamente preparado para escuchar.

1 comentario:

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